El liceo, fundado en 1904 como Liceo Fiscal de Niñas de Talcahuano, nació gracias a la presión ejercida por los vecinos y padres de familia de la zona que pedían un establecimiento para educar a sus jóvenes mujeres. El gobierno llamó a Enrique Molina Garmendia, en ese momento rector del Liceo de Hombres de Talca y con vasta experiencia en el campo educacional, para organizar el nuevo establecimiento ubicado en el puerto de Talcahuano. Para ese año se habían creado ya varios liceos de niñas y el Estado se hacía cargo cada vez con más propiedad de la educación secundaria femenina. Las sociedades privadas que dieron vida a los primeros planteles femeninos dejaron de existir ya que el Estado docente tomó en sus manos la instauración de nuevos liceos.
El liceo comenzó funcionando en una casona arrendada ubicada en calle Aníbal Pinto, a solo una cuadra de la Plaza de Armas, con sesenta y tres niñas de la ciudad y sus alrededores como alumnas del primer curso de humanidades y una clase preparatoria. Entre 1929 y 1954, el liceo funcionó en el edificio que el Instituto Comercial dejó tras su traslado a la ciudad de Concepción.
La profesora y rectora Etelvira Delaporte celebró las festividades del aniversario número 50 y dejó al liceo en la categoría de primera clase. Ella inició también las gestiones para la construcción de un edificio propio que se inauguró en 1955, y que al poco andar sufrió los embates que causó el terremoto de 1960. Participó muy activamente en dicha campaña el almirante Pedro Espina Ritchie, cuyo nombre fue honrado cuando la comunidad lo eligió como emblema del liceo en 1977.
El 27 de febrero de 2010, un fuerte terremoto y maremoto destruyó el edificio antiguo del liceo y el mar entró en sus dependencias llevándose parte de su historia. Solo cinco años más tarde, el liceo puede ocupar su nuevo y moderno establecimiento, que actualmente ofrece a sus alumnos y alumnas de distintos sectores de la zona una modalidad de estudios científico humanista. La alta cesantía de la comuna ha influido en el aumento de la vulnerabilidad social de los estudiantes, que ha hecho crecer el número de alumnos en situación de riesgo social y de familias insertas en programas gubernamentales.